20 de septiembre de 2011

Venganza Divina


El cristo que colgaba en la antigua iglesia del pueblo fue bajado a golpes por uno que se decía capitán de regimiento. En su esfuerzo, ayudado por picos y machetes, lo desprendió casi entero, salvo por el brazo derecho que, escuálido, inerte y solitario, se aferraba fuertemente a una biga de la iglesia, su hogar hacía siglos, atado a una cadena que otrora lo sostuviera imponente sobre el altar. No obstante, el capitán, testarudo e iracundo, con algunos disparos reventó la cadena de la que el brazo del cristo se sostenía y a rastras, con gritos irrepetibles y escupitajos, lo tiró por el barranco que el antiguo templo dominaba. Ahí ocurrió lo impredecible. El brazo del cristo, su cadena, como en venganza, transmutó en látigo, golpeó al último hombre en tierra, el capitán, y arrancándole de un sólo tajo el brazo derecho se lo llevó de la mano hasta el fondo del abismo.

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